En el Colegio Santa Cruz de Chicureo, comprendemos que muchos de los fenómenos que nos generan incertidumbre hoy en día tienen su origen en la división y disociación, asumiendo incorrectamente que estamos separados unos de otros. La realidad, sin embargo, es opuesta. Enfrentamos enfermedades mentales y soledad cuando nos percibimos como entidades separadas, incapaces de integrar nuestras sensaciones, sentimientos y pensamientos, creando relaciones tóxicas con nosotros mismos y con los demás. Estas divisiones nos están destruyendo como personas y sociedades, olvidando que estamos todos interconectados, y que nuestras acciones tienen repercusiones para todos.
La Re-evolución de la «Y» es una propuesta Cruceña que busca generar una conversión, promoviendo un cambio en nuestra forma de relacionarnos. Al reconocer que somos seres interdependientes y orgánicos, y no máquinas, podemos empezar a construir un mundo nuevo basado en la colaboración y el apoyo mutuo. Aunque algunos argumenten que la competitividad y el egoísmo son inherentes al ser humano, también existe una «Y» que demuestra nuestra capacidad de cambio y cooperación cuando actuamos desde el amor verdadero. La compasión por nuestro futuro y por las generaciones venideras nos motiva a sumar y multiplicar el bien, en lugar de dividir y restar.
La «Y» es la clave para acceder a esta red amorosa que nos sostiene. Nos ayuda a no poner barreras en nosotros mismos y a ser conscientes de nuestras múltiples facetas y relaciones. Integrar, aceptar y reparar nuestras dimensiones es el propósito de la vida y el camino hacia la felicidad, alejándonos del consumo y el individualismo que nos destruyen. La «Y» nos permite construir puentes con los demás, aprendiendo de sus riquezas y experiencias. Este tejido humano de mutua aceptación nos guía hacia un modo de vida colaborativo, donde la relación con la tierra y los más vulnerables es fundamental.
Vivir nuestras relaciones con la «Y» nos permite integrar y sumar aspectos, promoviendo el respeto y la comprensión mutua. El diálogo y la escucha se convierten en los canales para construir una comunidad inclusiva. La «Y» nos enseña a cuidar nuestras relaciones y a armonizar nuestros vínculos, superando posturas radicales y creando una comunidad de aprendizaje y enriquecimiento mutuo. Al ver a los demás como hermanos, parte de nuestro propio ser, nos esforzamos por entendernos y coexistir, enfrentando los conflictos como oportunidades para fortalecer nuestras relaciones y construir un mundo más justo y amoroso.